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El aburrimiento es un estado reactivo de la emoción que interpreta la condición de su ambiente como tedioso debido a los estímulos repetitivos, inexistentes o tediosos.[1] El aburrimiento se deriva de la falta de cosas interesantes para ver, escuchar o hacer (física o intelectualmente) cuando se está en el estado de ánimo de «no querer no hacer nada o no tener ganas de No hacer algo».
Aburrimiento (latín: ab- prefijo «sin», horrere «horror»)[2] es la existencia desprovista de sentido, cuando ya no queda nada por perder, nada a que temer. Ejemplo de su uso en el siglo XIV: «mas los enemigos eran assi abroso de morir».[3]
El aburrimiento también puede llevar a acciones impulsivas o excesivas sin sentido, o incluso que perjudiquen los propios intereses. Por ejemplo, hay estudios sobre el comportamiento financiero que muestran que los accionistas pueden comprar o vender sin una razón objetiva simplemente porque se aburren y no tienen nada mejor que hacer. El científico y escritor Isaac Asimov aseguró que el aburrimiento iba a convertirse en la principal enfermedad de nuestra época, hasta tener consecuencias mentales, emocionales y sociológicas.[4] Algunos psicólogos coinciden en afirmar que una de las razones que mueven a los jóvenes a entrar en el mundo de la droga y el alcoholismo es precisamente el aburrimiento.[5] Igualmente pasa con los niños: precisamente el aburrimiento es lo que los induce a cometer travesuras (lo que coloquialmente se llama «portarse mal»).[5][3]
La respuesta del ser humano más aceptada y extendida al aburrimiento es realizar tareas que no requieran apenas esfuerzo (ni físico ni psíquico) y que le mantengan concentrado y absorto (y por tanto evadir el aburrimiento). [3]La forma más común son los llamados pasatiempos. Se ha comprobado que el primer pasatiempo fue pensado como tal por el periodista Arthur Wyne en la segunda década del siglo XX. Sin embargo, no fue hasta la siguiente década cuando se publicó el primer libro de pasatiempos del que se vendieron 750.000 unidades en solo una semana.[3]
También es descrito como falta de motivación, rutina agobiante, agobio o cansancio de la vida, despropósito, desilusión. En muchos casos la creatividad está colapsada y en ocasiones si es crónico o prolongado en los años, hay falta de energía.[3]